"40 º y todavía no ha salido el sol" - pensó agotado antes de empezar... Miró al perro y éste le devolvió un gesto de complicidad ensayado en mil paseos. Pronto llegarían al Danubio y allí cruzarían el puente de Sissi para después recorrer la otra orilla y alcanzar el "kilómetro cero húngaro", justo antes de empezar a subir la colina de Buda.
Recordó los viejos tiempos y pudo ver la ciudad llena de turistas, las expresiones de encanto en sus caras y las explicaciones de los guías proyectadas por unos rudimentarios megáfonos de metal:
- "Budapest se divide en dos - solían explicar - Buda, que es la parte de la ciudad que queda al otro lado del río, y Pest, la parte más grande en la que nos encontramos ahora...."
La guerra había sido una sorprendente forma de arrancar máscaras en tanta gente a la que creía conocer. Al comienzo todos estaban del mismo lado, nadie parecía estar de acuerdo en aliarse con aquel bárbaro del bigotillo ridículo, que prometía devolverles el imperio perdido.
- ¡A quién le importaba ya el Imperio húngaro!- Esteban y los suyos sólo querían vivir en paz. Como mucho soñaban con encontrar una cueva en la que lamerse tranquilamente las heridas de la guerra anterior ...
Mientras caminaba hacia el Danubio interrumpió sus pensamientos al golpear con su pie descalzo un "tropezón". Lamentándose por el dolor, miró la chapa de latón en la acera y leyó el nombre de la familia judía grabado justo encima de una fecha.Alguien, con buen criterio, había decidido instalar aquellas chapas que señalaban el día y el lugar en el que algunas familias judías habían sido sacadas de sus casas por los nazis, para ser arrojados a las aguas heladas del Danubio.
Siguió avanzando por Rakoczifc, y añadiendo el "tropezón" a sus pensamientos, recordó como poco después de estar todos de acuerdo, comenzaron las diferencias. Él no se sentía más inocente que los otros, pues se recordaba mirando hacia otro lado mientras sacaban a las familias de los portales ahora señalizados con "tropezones". Aún le avergonzaba recordar la mezcla de terror y vergüenza reflejada en sus caras mientras los bárbaros nazis les gritaban y empujaban hacia los siniestros camiones.
- No... ¡tú tampoco tuviste un comportamiento intachable!- se martirizó Esteban. Apretó el paso y el perro sin nombre- pensaba que si le ponía nombre le dolería más perderlo cuando eso sucediese- ladró contento al poder corretear un poco...
Primero habían aparecido los colaboracionistas, gente despreciable que denunciaba a las familias judías para ganarse el favor de los nazis. Otros se infiltraban entre los pocos disidentes húngaros dispuestos a hacer algo, aunque Hungría no era un país invadido como Polonia o un protectorado como Checoslovaquia; Hungría era un aliado del terror nazi y eso les hacía avergonzarse sin que tan siquiera pudiesen salvar su honor organizando un movimiento de resistencia.
- "¡No podemos montar una resistencia contra nosotros mismos!. No son los nazis, somos los húngaros los que cometemos esta tropelía.." recordó las conversaciones repetidas tantas veces en tantas reuniones clandestinas, contaminadas por el incurable pesimismo húngaro.
Cuando al fin acabó la guerra, Hungría y los húngaros no recuperaron su imperio, y la verdad acerca del comportamiento de muchos impidió que los ciudadanos pudiesen mirarse a la cara al cruzarse por las grandes avenidas de Budapest. Después llegaron los soviéticos y trajeron aquella libertad prometida con la que muchos lo perdieron todo y todos perdieron la ilusión de prosperar.
Su padre había sido asesor del poderoso Conde Andrassi, el primer ministro del imperio húngaro, y éste, en agradecimiento a sus servicios - y sobre todo a su silencio- le había regalado uno de los dos palacios gemelos junto al puente de Sissi que fueron expropiados con la llegada de los rusos.
Esteban llegó al puente, entró en el portal del palacio - ahora perteneciente a una gran compañía de seguros- y cerrando los ojos como cada día se abrazó al perro sintiéndose a salvo. Quizás tendría que ir pensando en un nombre. Lo llamaría "Todo", se dijo...
Tropezón en una calle cualquiera de Budapest. |