sábado, 10 de noviembre de 2012

Severino, amante de rejilla

Severino mantenía su escaparate lleno de zapatos de rejilla. Sabía que ya no se llevaban e incluso que eran espantosos, pero una extraña fuerza le obligaba a llenar el escaparate de aquellos zapatos. 
Si era honrado consigo mismo- aunque, cuando reflexionaba acerca de sí mismo, siempre pensaba por si acaso en tercera persona - la verdad era que llenar, no lo llenaba; porque hacía años y años, y colecciones y colecciones, que nadie lo vaciaba.....
Cada mañana, salía de su casa perfectamente ataviado con un sombrero gris que le retrataba como inconfundiblemente extraño, un abrigo negro y su impecablemente sucio traje negro, con todas las rayas en su sitio y todas las manchas también. Recorría el camino hasta la tienda con un bastón innecesario en la mano, el cual constituía el perfecto complemento para rematar su aspecto de otra época. Por si a alguien le podía pasar desapercibido, Severino exhalaba un aroma extraño y espeso, el cual, si se pudiese teñir, lo que no parecía del todo imposible a juzgar por su densidad, tendría sin ninguna duda textura de rejilla. Era una mezcla de olor a linimento, a after shave "Floyd", a humedad y, como no, a zapatos de rejilla.
La entrada a la tienda, consistía en un pasillo flanqueado por dos esca
parates de lunas curvas, que en 1930 habían costado una fortuna. Nuestro hombre, pisaba las tablas de madera descoloridas por tantos años de cepillo y de lejía, y cada día pensaba: "Que clase le dan esas lunas curvas a la tienda- se repetía encantado- tengo que poner esos zapatos de rejilla marrón encima de los de rejilla negra. Seguro que quedan mejor...."
Al entrar resoplaba, presentiendo de manera inconsciente el largo día de soledad que le esperaba. Quince años ya desde aquel último cliente- recordaba- y la soledad era tal, que hasta el banco había dejado de enviarle cartas, ni siquiera le reclamaban las deudas, pues el trato con Severino era algo que toda la ciudad evitaba.
Había desarrollado la capacidad de pensar en tercera persona, y así, a pesar de su tremenda inteligencia y de una honestidad despiadada acerca de su propia personalidad, ni las reflexiones ni las verdades como puños, conseguían obrar cambio alguno en su persona. 
"Todos creen que no se da cuenta de que los zapatos de rejilla ya no se llevan, por eso no van a su tienda. Creen que está loco, que no supo renovarse y se quedó ahí, en la moda de hace siglos. Seguro que piensan que ni siquiera se da cuenta de que lleva quince años solo en la tienda -pensaba, frotándose las manos a la vez que caminaba por la tienda, evitando los espejos sin darse cuenta de que lo hacía- Pero todo llega, tranquilo Severino -le decía a aquella tercera primera persona- Él no es un maniático, podría cambiar las cosas cuando quisiera, le sobra capacidad y sobre todo, si algo le sobra es tiempo. Ya volverán los zapatos de rejilla, la moda siempre fue así, viene y va, se va y vuelve.." Pensaba que al final,  todo el mundo acabaría admirándolo al comprobar que en realidad, las cosas eran justo al revés de como parecían, que él no era ningún loco, ni se había convertido en uno de sus zapatos de rejilla como decían, sino que todo era algo perfectamente planificado y estudiado....
Un día se descubrió a sí mismo embetunándose una mano, pensó que si lo viese alguien, pensaría que todos tenían razón cuando lo llamaban "Pellejo rejilla". Le hacía gracia aquel mote que había descubierto pintado en la fachada una mañana antes de abrir "Severino, pellejo rejilla, no vayas más al médico; ve al zapatero"
A los pocos días del incidente del betún, se sorprendió abrillantándose la misma mano con una gamuza, pero no le dio importancia y, sonriendo pensó: "Se está haciendo viejo, a ver si no va a llegar cuerdo para disfrutar cuando la rejilla le de la razón"  Al levantarse de la silla  se escuchó rechinar como un zapato viejo, y si hubiese sumado dos y dos, habría encontrado sentido al hecho de que llevaba unos días usando Devorolor como desodorante. Tampoco le había dado nunca mayor importancia a la costumbre de caminar por la tienda evitando los espejos..... Comenzó a andar por delante del mostrador, algo que le relajaba siempre, para así intentar entender a aquel tipo que se embetunaba las manos, les sacaba brillo y crujía como un zapato. De repente se vio sin querer en un espejo y se dio cuenta -pensando fugazmente en primera persona- de que el sombrero le flotaba como colgando de su cabeza, y le recordó a aquella aceituna de las latas que llevaba el sombrero ladeado por que tenía la cabeza puntiaguda.... Con naturalidad, se llevó las manos al pecho, en donde encontró unos cordones que ni siquiera le sorprendieron y los ató haciendo un lazo doble a la vez que, ahora sí, ya en primera persona, pensó: "Mejor doble, así no me desato...."
 

2 comentarios:

  1. ¿Sabes ese comentario sobre la creatividad que hay en mi muro?. Describe perfectamente el cuento de D. Severino.
    No voy a comentar nada porque van a pensar que estoy en nómina.
    Sin ser una voz autorizada te diré que me ha parecido, simplemente, ESPECTACULAR¡¡¡.

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    1. Muchas gracias, anónimo valenciano que no es anónimo, al menos para mi. El comentario de tu muro acerca de la creatividad, sé cual es porque me gustó mucho, pero como diría aquel asturiano que tú y yo conocemos: "Ye mucho pa´mi, nin...."

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