Martina, o Martín, pues su género carecía de importancia, existía desde
siempre a pesar de no haber nacido todavía. Había sido imaginada tantas
veces en tantos planes, que se podía
decir que sabía hacer de todo sin que nada hubiese hecho.
La imaginaban
paseando por el campo, recorriendo las montañas o nadando en el mar como
la sirena varada de la que provenía. Otras veces, la imaginaban también con unas tijeras para niños, con las que recortaba fotos y
dibujos de revistas, y las pegaba en cartulinas de colores construyendo collages absurdos pero bonitos que
estimulaban su imaginación, al tiempo que -pensaban sus
imaginadores-iba moldeando el adulto lleno de
personalidad e ideas sorprendentes con las que los que la rodeaban nunca
se
aburrirían ni dejarían de sorprenderse y adorarle.
La imaginación la
volvía otra vez bebé recostando su cabeza sobre "Chula", la perrita de
la familia,
inseparable compañera de juegos y aliada insobornable.
Aprendía a montar
en
bicicleta y se hacía daño en las rodillas, aprendía a nadar en la playa,
aprobaba y suspendía….. La imaginaban también, a ella, a él y a ellos, sus
imaginadores, hablando en varios idiomas que ella era capaz de dominar, allanando de esta forma su futuro. Imaginaban
muchas
cosas, y la mejor de todas ellas era que Martina o Martín, Martín o
Martina,
podían ser el protagonista de todos y cada uno de aquellos sueños…….
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