lunes, 15 de septiembre de 2014

Buda y Pest

Acompañado de un perro de mirada despierta, Esteban recorría la Avenida Rakoczifc sin importarle el calor ni las miradas de desprecio que su conducta despertaba en los transeúntes...
"40 º y todavía no ha salido el sol" - pensó agotado antes de empezar... Miró al perro y éste le devolvió un gesto de complicidad ensayado en mil paseos. Pronto llegarían al Danubio y allí cruzarían el puente de Sissi para después recorrer la otra orilla y alcanzar el "kilómetro cero húngaro", justo antes de empezar a subir la colina de Buda.
Recordó los viejos tiempos y pudo ver la ciudad llena de turistas, las expresiones de encanto en sus caras y las explicaciones de los guías proyectadas por unos rudimentarios megáfonos de metal:
- "Budapest se divide en dos - solían explicar - Buda, que es la parte de la ciudad que queda al otro lado del río, y Pest, la parte más grande en la que nos encontramos ahora...."
La guerra había sido una sorprendente forma de arrancar máscaras en tanta gente a la que creía conocer. Al comienzo todos estaban del mismo lado, nadie parecía estar de acuerdo en aliarse con aquel bárbaro del bigotillo ridículo, que prometía devolverles el imperio perdido.
- ¡A quién le importaba ya el Imperio húngaro!- Esteban y los suyos sólo querían vivir en paz. Como mucho soñaban con encontrar una cueva en la que lamerse tranquilamente las heridas de la guerra anterior ... 
Mientras caminaba hacia el Danubio interrumpió sus pensamientos al golpear con su pie descalzo un "tropezón". Lamentándose por el dolor, miró la chapa de latón en la acera y leyó el nombre de la familia judía grabado justo encima de una fecha.Alguien, con buen criterio, había decidido instalar aquellas chapas que señalaban el día y el lugar en el que algunas familias judías habían sido sacadas de sus casas por los nazis, para ser arrojados a las aguas heladas del Danubio.  
Siguió avanzando por Rakoczifc, y añadiendo el "tropezón" a sus pensamientos, recordó como poco después de estar todos de acuerdo, comenzaron las diferencias. Él no se sentía más inocente que los otros, pues se recordaba mirando hacia otro lado mientras sacaban a las familias de los portales ahora señalizados con "tropezones". Aún le avergonzaba recordar la mezcla de terror y vergüenza reflejada en sus caras mientras los bárbaros nazis les gritaban y empujaban hacia los siniestros camiones.
- No... ¡tú tampoco tuviste un comportamiento intachable!- se martirizó Esteban. Apretó el paso y el perro sin nombre- pensaba que si le ponía nombre le dolería más perderlo cuando eso sucediese- ladró contento al poder corretear un poco...
Primero habían aparecido los colaboracionistas, gente despreciable que denunciaba a las familias judías para ganarse el favor de los nazis. Otros se infiltraban entre los pocos disidentes húngaros dispuestos a hacer algo, aunque Hungría no era un país invadido como Polonia o un protectorado como Checoslovaquia; Hungría era un aliado del terror nazi y eso les hacía avergonzarse sin que tan siquiera pudiesen salvar su honor organizando un movimiento de resistencia.
- "¡No podemos montar una resistencia contra nosotros mismos!. No son los nazis, somos los húngaros los que cometemos esta tropelía.." recordó las conversaciones repetidas tantas veces en tantas reuniones clandestinas, contaminadas por el incurable pesimismo húngaro. 
Cuando al fin acabó la guerra, Hungría y los húngaros no recuperaron su imperio, y la verdad acerca del comportamiento de muchos impidió que los ciudadanos pudiesen mirarse a la cara al cruzarse por las grandes avenidas de Budapest. Después llegaron los soviéticos y trajeron aquella libertad prometida con la que muchos lo perdieron todo y todos perdieron la ilusión de prosperar. 
Su padre había sido asesor del poderoso Conde Andrassi, el primer ministro del imperio húngaro, y éste, en agradecimiento a sus servicios - y sobre todo a su silencio- le había regalado uno de los dos palacios gemelos junto al puente de Sissi que fueron expropiados con la llegada de los rusos.
Esteban llegó al puente, entró en el portal del palacio - ahora perteneciente a una gran compañía de seguros- y cerrando los ojos como cada día se abrazó al perro sintiéndose a salvo. Quizás tendría que ir pensando en un nombre. Lo llamaría "Todo", se dijo...
Tropezón en una calle cualquiera de Budapest.

miércoles, 17 de julio de 2013

Martín o Martina e infinidad de puntos suspensivos....

Martina, o Martín, pues su género carecía de importancia, existía desde siempre a pesar de no haber nacido todavía. Había sido imaginada tantas veces en tantos planes, que se podía decir que sabía hacer de todo sin que nada hubiese hecho.
La imaginaban paseando por el campo, recorriendo las montañas o nadando en el mar como la sirena varada de la que provenía. Otras veces, la imaginaban también con unas tijeras para niños, con las que recortaba fotos y dibujos de revistas, y las pegaba en cartulinas de colores construyendo collages absurdos pero bonitos que estimulaban su imaginación, al tiempo que -pensaban sus imaginadores-iba moldeando el adulto lleno de personalidad e ideas sorprendentes con las que los que la rodeaban nunca se aburrirían ni dejarían de sorprenderse y adorarle.
La imaginación la volvía otra vez bebé recostando su cabeza sobre "Chula", la perrita de la familia, inseparable compañera de juegos y aliada insobornable.
Aprendía a montar en bicicleta y se hacía daño en las rodillas, aprendía a nadar en la playa, aprobaba y suspendía….. La imaginaban también, a ella, a él y a ellos, sus imaginadores, hablando en varios idiomas que ella era capaz de dominar, allanando de esta forma su futuro. Imaginaban muchas cosas, y la mejor de todas ellas era que Martina o Martín, Martín o Martina, podían ser el protagonista de todos y cada uno de aquellos sueños…….

sábado, 10 de noviembre de 2012

Severino, amante de rejilla

Severino mantenía su escaparate lleno de zapatos de rejilla. Sabía que ya no se llevaban e incluso que eran espantosos, pero una extraña fuerza le obligaba a llenar el escaparate de aquellos zapatos. 
Si era honrado consigo mismo- aunque, cuando reflexionaba acerca de sí mismo, siempre pensaba por si acaso en tercera persona - la verdad era que llenar, no lo llenaba; porque hacía años y años, y colecciones y colecciones, que nadie lo vaciaba.....
Cada mañana, salía de su casa perfectamente ataviado con un sombrero gris que le retrataba como inconfundiblemente extraño, un abrigo negro y su impecablemente sucio traje negro, con todas las rayas en su sitio y todas las manchas también. Recorría el camino hasta la tienda con un bastón innecesario en la mano, el cual constituía el perfecto complemento para rematar su aspecto de otra época. Por si a alguien le podía pasar desapercibido, Severino exhalaba un aroma extraño y espeso, el cual, si se pudiese teñir, lo que no parecía del todo imposible a juzgar por su densidad, tendría sin ninguna duda textura de rejilla. Era una mezcla de olor a linimento, a after shave "Floyd", a humedad y, como no, a zapatos de rejilla.
La entrada a la tienda, consistía en un pasillo flanqueado por dos esca
parates de lunas curvas, que en 1930 habían costado una fortuna. Nuestro hombre, pisaba las tablas de madera descoloridas por tantos años de cepillo y de lejía, y cada día pensaba: "Que clase le dan esas lunas curvas a la tienda- se repetía encantado- tengo que poner esos zapatos de rejilla marrón encima de los de rejilla negra. Seguro que quedan mejor...."
Al entrar resoplaba, presentiendo de manera inconsciente el largo día de soledad que le esperaba. Quince años ya desde aquel último cliente- recordaba- y la soledad era tal, que hasta el banco había dejado de enviarle cartas, ni siquiera le reclamaban las deudas, pues el trato con Severino era algo que toda la ciudad evitaba.
Había desarrollado la capacidad de pensar en tercera persona, y así, a pesar de su tremenda inteligencia y de una honestidad despiadada acerca de su propia personalidad, ni las reflexiones ni las verdades como puños, conseguían obrar cambio alguno en su persona. 
"Todos creen que no se da cuenta de que los zapatos de rejilla ya no se llevan, por eso no van a su tienda. Creen que está loco, que no supo renovarse y se quedó ahí, en la moda de hace siglos. Seguro que piensan que ni siquiera se da cuenta de que lleva quince años solo en la tienda -pensaba, frotándose las manos a la vez que caminaba por la tienda, evitando los espejos sin darse cuenta de que lo hacía- Pero todo llega, tranquilo Severino -le decía a aquella tercera primera persona- Él no es un maniático, podría cambiar las cosas cuando quisiera, le sobra capacidad y sobre todo, si algo le sobra es tiempo. Ya volverán los zapatos de rejilla, la moda siempre fue así, viene y va, se va y vuelve.." Pensaba que al final,  todo el mundo acabaría admirándolo al comprobar que en realidad, las cosas eran justo al revés de como parecían, que él no era ningún loco, ni se había convertido en uno de sus zapatos de rejilla como decían, sino que todo era algo perfectamente planificado y estudiado....
Un día se descubrió a sí mismo embetunándose una mano, pensó que si lo viese alguien, pensaría que todos tenían razón cuando lo llamaban "Pellejo rejilla". Le hacía gracia aquel mote que había descubierto pintado en la fachada una mañana antes de abrir "Severino, pellejo rejilla, no vayas más al médico; ve al zapatero"
A los pocos días del incidente del betún, se sorprendió abrillantándose la misma mano con una gamuza, pero no le dio importancia y, sonriendo pensó: "Se está haciendo viejo, a ver si no va a llegar cuerdo para disfrutar cuando la rejilla le de la razón"  Al levantarse de la silla  se escuchó rechinar como un zapato viejo, y si hubiese sumado dos y dos, habría encontrado sentido al hecho de que llevaba unos días usando Devorolor como desodorante. Tampoco le había dado nunca mayor importancia a la costumbre de caminar por la tienda evitando los espejos..... Comenzó a andar por delante del mostrador, algo que le relajaba siempre, para así intentar entender a aquel tipo que se embetunaba las manos, les sacaba brillo y crujía como un zapato. De repente se vio sin querer en un espejo y se dio cuenta -pensando fugazmente en primera persona- de que el sombrero le flotaba como colgando de su cabeza, y le recordó a aquella aceituna de las latas que llevaba el sombrero ladeado por que tenía la cabeza puntiaguda.... Con naturalidad, se llevó las manos al pecho, en donde encontró unos cordones que ni siquiera le sorprendieron y los ató haciendo un lazo doble a la vez que, ahora sí, ya en primera persona, pensó: "Mejor doble, así no me desato...."
 

domingo, 4 de marzo de 2012




Caminar es bueno para ti, como la Guinnes.



"Variaciones sobre un mismo tema":
- ¿Y qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas, clavando tu pupila dilatada por los psicotrópicos en mi pupila incapaz de ocultar su asombro?. Poesía no sé lo que es, pero tú eres un poema.....


- ¿Y qué es demagogia? ¿Y tú me lo preguntas clavando la espina de tu rosa en mi bancada del congreso azul?. Demagogia no sé lo que es, pero tú también eres Pepe Barrionuevo.....


Definiciones indefinidas/bles:


"Eyaculador precoz":
Frase. Aquel que eyacula en tiempo y forma tales,  que irremediablemente le condenan a ser expulsado del lecho con una coz.


"Gilipollable": 
Adj. Dícese de aquel que merece o pide con lengüaje corporal, verbal o con su actitud vital, una hostia que lo deje tonto; o más tonto.....


"Taxidermista": 
Sust. Taxista que observa, discretamente o no, la piel de sus clientes a través del retrovisor....




martes, 3 de enero de 2012

Evaristo, rima fácil con listo.

Por tercera, cuarta, quinta o sexta vez volvió a maldecir al cacahuete que caía al suelo obligándole a coger el último. "El último, último", se prometió otra vez. Hacía tres cervezas que comía cacahuetes de manera incontrolada y se mentía a si mismo acerca de su manera de pasar el tiempo, diciéndose que los frutos secos eran una buena fuente de energía recomendada por los nutricionistas deportivos con lo que compensaba la desmesurada ingesta de alcohol. Además, se decía y se mentía, aunque en esto se mentía cada quince segundos, este cacahuete era el último. Entre el borbotón de ideas provocado por la cerveza pensaba tonterías como que los americanos se habían apoderado de las "Leyes de Murphy" al bautizarlas; y sin embargo, si Colón había descubierto América por casualidad, los propios americanos existían gracias a una de esas leyes, por lo tanto anteriores a ellos. Pues bien, una de aquellas leyes del tal Murphy, americanas o no, se empeñaba en que siempre hubiese un cacahuete podrido o que se caía al suelo al llevarlo a la boca por lo que siempre tenía que coger el último puñado después del último, y tras el último antes del último se quedaba sin cerveza para acabar los cacahuetes, lo cual le acababa "obligando" a pedir la última "birrita"- con diminutivo sonaban mejor....
Llevaba en las barras de los bares tanto tiempo que en unos carnavales, tras gastarse una fortuna en un disfraz que no permitía ver ni un centímetro de su piel, se había llevado un sorprendente bofetón de realidad cuando una conocida, acercándose directamente a él. sin vacilar, le llamo por su nombre diciéndole: "Jajaja, muy bueno el disfraz, Evaristo...."
- Cómo, ¿me has conocido?, dijo alegrándose de llevar la máscara para ocultar su decepción.
- Pues claro- dijo "la Jennie", como la llamaba él sin que ella lo supiese- estás apoyado donde siempre en la postura de siempre, amarillo y con estrellas: ¡¡¡Mahou, Evaristo...!!! o "Evaristo Mahou", como te llaman por aquí, dijo ella pasándose de lista- o de idiota- pensó él....
Echándose a la boca "otro" último cacahuete le venía a la mente una y otra vez aquel día y aquello de "Evaristo Mahou"; y desistiendo por primera vez de apartar de su mente aquel recuerdo, pensó que "otro" último cacahuete u "otra última cerveza" le habían concedido aquel apodo, el cual, pensó riéndose de si mismo, estaría bien o al menos tendría un sentido menos mordaz, que viene de mordisco, si trabajase como camarero o como repartidor de cerveza.
Hacía ya seis años que no trabajaba en nada y hacía cinco que vivía con y de sus padres - me quedo un año como mucho- se había prometido....
Todo empezó dos días después de haber cumplido cuarenta años, y tres meses después de haber perdido su cuarto trabajo en un año, tomaba "otra" última cerveza con Sandrita- sí, hace ya seis años que tomas otras últimas cervezas, se dijo en un honesto momento de franqueza- cuando ella le dijo esas palabras que todo hombre odia oír, pues sabe que son la calma que antecede a la tormenta:
- Tenemos que hablar, Evaristo....
- Llevamos un rato haciéndolo, ¿no?- dijo él esperando, o en realidad solo deseando, que ella le fuese a decir algo así como que tenía que dejar de tomar la píldora.
- Quiero que te vayas, lo siento pero no me aportas nada......
Entró en el bar en aquel momento "Manuel el Chollos" para despertarle de su ensimismamiento y hacerle olvidar, por un momento al menos, como aquellas palabras de Sandrita habían sido el comienzo del terremoto que acabaría convirtiéndolo en "Evaristo Mahou".
Manuel el Chollos había sido un ídolo de juventud de Evaristo al que éste recordaba siempre acompañado de las mejores chicas. Se dedicaba a poner copas en los bares más populares y todo el mundo quería ser su amigo y ser visto en su compañía. Ahora, "El Chollos" era una caricatura de si mismo con más de cincuenta años, iba disfrazado de jovencito y hacía mucho tiempo que había dejado de servir para servir copas, dado que parecía más un espía contratado por los padres de los clientes que el personaje de encanto irresistible que había sido.
Algunos hosteleros, antiguos empleadores/admiradores, le encargaban chollos como ir a comprar limones para las copas y le dejaban sisar las vueltas para poder comprar tabaco. La vida nocturna y sus fracasos, le habían convertido en un alcohólico sin remedio que vivía con una madre que lo había adorado como el hijo único que era, y a la que había despreciado tanto en su antigua vida de poblador de la noche, como ahora la necesitaba para sobrevivir. Evaristo suponía que se arreglaban con la exigua pensión de la vieja para malvivir los dos.
Mientras observaba a  "El Chollos" pensó que quizás estaba viendo a "Evaristo Mahou" al cabo de diez años....
- Hoy, la Mahou y los frutos secos me están haciendo efectos extraños- pensó nuestro hombre al sorprenderse viendo a otro fantasma del pasado, aunque éste solo se encontraba en el interior de su mente.......
 Hacía siglos que no había vuelto a saber nada de Germán, un compañero del colegio que siempre suspendía todas las asignaturas, al que nadie elegía para su equipo de fútbol y al que las chicas despreciaban.  Un día, Germán, además de los libros trajo a clase algo que no había traído hasta entonces, traía una mirada distinta, llena de determinación; comprendió Evaristo ahora recordando aquel día.
A partir de entonces, el cero a la izquierda que había sido siguió siéndolo a nivel personal, pues no empezó a gustar a las chicas ni a jugar bien al fútbol, pero sí se convirtió en el mejor estudiante de la clase; y así seguía cuando sus destinos se separaron para ir a la universidad. Germán, consciente de que el estudio solo precisaba esfuerzo, mientras Evaristo se dirigía, o mejor dicho parecía dirigirse, a algún sitio con gran determinación y posibilidades de éxito.........
- Evaristo Mahou, jajaja.....¿tomas la última?- oyó decir a la Jennie su pregunta favorita-
- Llámame Germán- se oyó decir sorprendido tanto por sus palabras como por la reacción que provocaron en la parroquia de habituales. Cogiendo otro cacahuete lo volvió a arrojar en la fuente y se dijo- el último era el anterior....
 Salió del bar- ésta vez sí, se dijo, por última vez-. Y por la entonación de su monólogo presintió que así sería........

domingo, 4 de diciembre de 2011

La sirena por fin


Por primera vez se sintió verdaderamente afortunado. Y por primera vez también, ya no deseaba  seguir caminando sin destino, avanzando sin llegar; porque para llegar, y eso empezaba a presentirlo ahora, es necesario saber a dónde se va.
Con una extraña mezcla de satisfacción e impotencia, la admiró desnuda en aquella su postura favorita. Sentada y apoyada sobre su mano, se giraba hacia él y se adueñaba de su voluntad poseyéndolo con su sonrisa. Deseó ser pintor para pintarla, para captar aquel momento que sabía único, y de nuevo se sintió afortunado por estar allí disfrutando en exclusiva de aquel cuadro. Siempre había pensado que los cuadros tenían vida propia y que de alguna manera proyectaban su arte hacia el que sabía mirarlos. Aquel cuadro estaba proyectando sólo para él y, en aquel momento, se supo el hombre más afortunado del mundo. En aquel momento, se sorprendió al encontrar el sentido a tantas cosas; a todas las cosas...

miércoles, 22 de junio de 2011

PARECIDOS IRRAZONABLES

- Todas las personas a las que les gustan los animales son buena gente, dijo la pesadita estirándose una rasta.
- Pues a ver cuando conozco al colectivo de los cabrones, dijo él, lamentando comenzar una conversación con una persona cuyo aspecto le daba tanta pereza.
- ¿Cómo dices tío?, no sé que quieres decir con eso- preguntó la chica- y al hablar llamó la atención del hombre el pendiente que atravesaba el labio inferior de la chica, el de la cara, aunque no descartó que la muchacha albergase otras sorpresas semejantes en otros labios diferentes.
- Quiero decir que sobran los colectivos que se consideran a si mismos respetables, buenos, listos y maravillosos; las mujeres son más listas que los hombres, los que aman a los animales no pueden ser malos, los que beben lo hacen porque están solos, los que piden lo hacen porque tuvieron mala suerte, etcétera, etcétera y supongo que habrá un grupo de cuyos componentes se pueda decir que son unos cabrones sin más y que se llame "Los cabrones" como otros se llaman "Los amantes de los animales", ¿no?. Porque cabrones hay y muchos pero no parecen estar localizados como grupo, ¿no estás de acuerdo conmigo en eso?.
 A la chica aquel veterano, como había decidido encasillarlo, bueno, no lo había decidido, lo había hecho sin más, no le gustaba un pelo y menos ahora que le había desmontado uno de sus dogmas de adolescente.
-Puede que tengas razón- le costó admitir- , ahora que lo pienso no conozco a ese grupo, ni tan siquiera sé si existe, dijo acariciando a su perro. Mi padre solía decir algo parecido, aunque nada de lo que decía mi padre era normal, no podía serlo....
- Seguro que tú padre será normal cuando pasen unos años y sin embargo tú pasarás a ser tan anormal como sea posible, aunque para entonces eso ya no lo percibirás porque serás normal. Perdona el jeroglífico seguro que no lo entiendes y yo no tengo tiempo para explicártelo. ¿Porqué dices que tu padre no era o no decía nada normal? ...
- Pues ya que eres tan listo- dijo la pesadita insolente- ¿cómo explicarías que una persona se gane la vida escribiendo sin saber escribir?
- Algo me dice que estás deseando "desasnarme", dijo el hombre divertido....
- Mi viejo se ganaba la vida como mecanógrafo pero no sabía escribir, era un tío especial, ¿sabes?
- ¿Cómo dices?, eso no es posible, si no sabía escribir no podía ser mecanógrafo- dijo el hombre riéndose para sus adentros de la ingenuidad de aquella chica que intentaba tomarle el pelo con semejante tontería.
- ¿Lo ves?, ahora yo podría decirte que no lo entenderías jamás y que yo no tengo ganas de explicártelo pero me apetece demostrarte que no eres tan listo como crees. Es muy sencillo, mi padre era un gran dibujante con una gran memoria y sabía pintar las letras y reconocerlas en el teclado de su máquina de escribir, en treinta años de actividad no se enteró nadie de su engaño. Sólo tenía problemas cuando a la  "Realmente Maldita Academia de la Lengua", así la llamaba él- dijo la chica con una sonrisa evocadora que dulcificó su cara y la hizo parecer bonita por primera vez en toda la conversación- le daba por cambiar alguna regla, le exigía días y días de esfuerzo adaptarse.
El hombre intentó no mostrar su asombro aunque la chica le facilitó las cosas proporcionándole, a bocajarro, un nuevo motivo para mostrar y sentir asombro.
- Si me das veinte euros te hago lo que quieras- le dijo con una expresión de frialdad en los ojos que hizo al hombre sentirse tan ingenuo e inocente, que se sintió incapaz de intentar entender la situación.

-¿Lo que quiera?, balbució el hombre oyéndose a si mismo hablar sin saber que era realmente lo que iba a decir -Verás, vas a hacer algo por mi y por los demás, por ti ya no estoy tan seguro- dijo....
-Hombre, por fin un hombre de la edad de mi padre que no quiere hacerme cambiar por mi bien, no suena mal -sigue - aunque ya se hacía a la idea de lo que le iba a tocar hacer....
- Pues verás, vamos a ir a un hotel y cuando lleguemos, te metes en el baño mientras yo espero y....
La chica, poco acostumbrada a hacerse ilusiones acerca de las instintos paternales de los desconocidos, esperó impasible a escuchar otra perversión de viejo.
- Te duchas- continuó el hombre- comes caliente y nos vamos.
- ¿Nos vamos?- preguntó ella incrédula- ¿y no quieres vestirme de colegiala, ni pegarme, ni nada raro?
- Cómo, ¿tú me ves cara de cabrón o qué?, sólo pienso que quizás te sentirás mejor si te das una ducha reconfortante y haces una comida caliente, pensarás con claridad y quizás decidas cambiar algunas cosas.
Itziar, así se llamaba ella, pensó que no perdía nada y que cuando las cosas se pusieran feas con el hombre, en la habitación, y eso lo daba por hecho porque siempre era así, al menos habría obtenido la comida, la ducha y a lo mejor su cartera que a juzgar por el aspecto del sujeto bien podría estar bastante llena.
- Vale, vamos, si te gusta regalar tu dinero yo me ducho y como, pero tendrás que pagarme porque mientras estoy allí, no estoy aquí pidiendo, ¿sabes?
- Muy bien, de acuerdo, te pagaré, vamos- y pensó que la pobre chica estaba tan escarmentada que quizás no era capaz ya de distinguir a los buenos de los malos.
Cuando salió de la ducha se encontró un plato de humeante sopa y levantando una tapa de plata con forma de campana- de esas que sirven para cubrir los platos y que tantas veces había visto en las películas-descubrió tanta comida deliciosa y apetecible como no había visto jamás. Había oído al hombre gritar algo a través de la puerta del baño pero no le había entendido, solo oyó algo parecido a: "Volveré en un rato...". Así que, tranquila en la seguridad de la habitación pero intranquila pensando en lo que aquel desconocido pretendería de ella al volver, comió tanto y tan deprisa como pudo.
Esa misma tarde el hombre daba un paseo por el parque cuando oyó una voz extrañamente conocida que decía: "Los hombres sois todos iguales, no se puede una fiar de vosotros y nosotras, como somos tontas, confíamos en vosotros y os dejamos engañarnos una y otra vez, déjame en paz anda- le decía Itziar a un extraño- si me pagas por adelantado voy contigo y sino ya sabes...."
Instintivamente, nuestro hombre se palpó el bolsillo trasero de su pantalón y pensó que todavía no había llamado a su banco para anular las tarjetas de crédito y sonriendo se maldijo por ser tan confiado como para haber dejado su cartera y el ordenador portátil, que ahora no tenía ya, a merced de aquella chica. Ya llamaría, al fin y al cabo no creía que la chica fuese tan mala, tan solo había tenido mala suerte en la vida. Además, el colectivo de los cabrones no existía, o si existía seguía sin encontrarlo, pensó. Por un segundo se le ocurrió que quizá la diferencia entre el colectivo de los cabrones y el resto de colectivos radicase precisamente en que no era aquel un colectivo al que la gente encontrase sino que puede que fuesen ellos los que encontraban a la gente, a la gente como él, pero inmediatamente pensó que le daba demasiadas vueltas a las cosas y sonriendo, se alejó de allí. Que sonrisa tan bonita tenía Itziar, pensó.....