miércoles, 22 de junio de 2011

PARECIDOS IRRAZONABLES

- Todas las personas a las que les gustan los animales son buena gente, dijo la pesadita estirándose una rasta.
- Pues a ver cuando conozco al colectivo de los cabrones, dijo él, lamentando comenzar una conversación con una persona cuyo aspecto le daba tanta pereza.
- ¿Cómo dices tío?, no sé que quieres decir con eso- preguntó la chica- y al hablar llamó la atención del hombre el pendiente que atravesaba el labio inferior de la chica, el de la cara, aunque no descartó que la muchacha albergase otras sorpresas semejantes en otros labios diferentes.
- Quiero decir que sobran los colectivos que se consideran a si mismos respetables, buenos, listos y maravillosos; las mujeres son más listas que los hombres, los que aman a los animales no pueden ser malos, los que beben lo hacen porque están solos, los que piden lo hacen porque tuvieron mala suerte, etcétera, etcétera y supongo que habrá un grupo de cuyos componentes se pueda decir que son unos cabrones sin más y que se llame "Los cabrones" como otros se llaman "Los amantes de los animales", ¿no?. Porque cabrones hay y muchos pero no parecen estar localizados como grupo, ¿no estás de acuerdo conmigo en eso?.
 A la chica aquel veterano, como había decidido encasillarlo, bueno, no lo había decidido, lo había hecho sin más, no le gustaba un pelo y menos ahora que le había desmontado uno de sus dogmas de adolescente.
-Puede que tengas razón- le costó admitir- , ahora que lo pienso no conozco a ese grupo, ni tan siquiera sé si existe, dijo acariciando a su perro. Mi padre solía decir algo parecido, aunque nada de lo que decía mi padre era normal, no podía serlo....
- Seguro que tú padre será normal cuando pasen unos años y sin embargo tú pasarás a ser tan anormal como sea posible, aunque para entonces eso ya no lo percibirás porque serás normal. Perdona el jeroglífico seguro que no lo entiendes y yo no tengo tiempo para explicártelo. ¿Porqué dices que tu padre no era o no decía nada normal? ...
- Pues ya que eres tan listo- dijo la pesadita insolente- ¿cómo explicarías que una persona se gane la vida escribiendo sin saber escribir?
- Algo me dice que estás deseando "desasnarme", dijo el hombre divertido....
- Mi viejo se ganaba la vida como mecanógrafo pero no sabía escribir, era un tío especial, ¿sabes?
- ¿Cómo dices?, eso no es posible, si no sabía escribir no podía ser mecanógrafo- dijo el hombre riéndose para sus adentros de la ingenuidad de aquella chica que intentaba tomarle el pelo con semejante tontería.
- ¿Lo ves?, ahora yo podría decirte que no lo entenderías jamás y que yo no tengo ganas de explicártelo pero me apetece demostrarte que no eres tan listo como crees. Es muy sencillo, mi padre era un gran dibujante con una gran memoria y sabía pintar las letras y reconocerlas en el teclado de su máquina de escribir, en treinta años de actividad no se enteró nadie de su engaño. Sólo tenía problemas cuando a la  "Realmente Maldita Academia de la Lengua", así la llamaba él- dijo la chica con una sonrisa evocadora que dulcificó su cara y la hizo parecer bonita por primera vez en toda la conversación- le daba por cambiar alguna regla, le exigía días y días de esfuerzo adaptarse.
El hombre intentó no mostrar su asombro aunque la chica le facilitó las cosas proporcionándole, a bocajarro, un nuevo motivo para mostrar y sentir asombro.
- Si me das veinte euros te hago lo que quieras- le dijo con una expresión de frialdad en los ojos que hizo al hombre sentirse tan ingenuo e inocente, que se sintió incapaz de intentar entender la situación.

-¿Lo que quiera?, balbució el hombre oyéndose a si mismo hablar sin saber que era realmente lo que iba a decir -Verás, vas a hacer algo por mi y por los demás, por ti ya no estoy tan seguro- dijo....
-Hombre, por fin un hombre de la edad de mi padre que no quiere hacerme cambiar por mi bien, no suena mal -sigue - aunque ya se hacía a la idea de lo que le iba a tocar hacer....
- Pues verás, vamos a ir a un hotel y cuando lleguemos, te metes en el baño mientras yo espero y....
La chica, poco acostumbrada a hacerse ilusiones acerca de las instintos paternales de los desconocidos, esperó impasible a escuchar otra perversión de viejo.
- Te duchas- continuó el hombre- comes caliente y nos vamos.
- ¿Nos vamos?- preguntó ella incrédula- ¿y no quieres vestirme de colegiala, ni pegarme, ni nada raro?
- Cómo, ¿tú me ves cara de cabrón o qué?, sólo pienso que quizás te sentirás mejor si te das una ducha reconfortante y haces una comida caliente, pensarás con claridad y quizás decidas cambiar algunas cosas.
Itziar, así se llamaba ella, pensó que no perdía nada y que cuando las cosas se pusieran feas con el hombre, en la habitación, y eso lo daba por hecho porque siempre era así, al menos habría obtenido la comida, la ducha y a lo mejor su cartera que a juzgar por el aspecto del sujeto bien podría estar bastante llena.
- Vale, vamos, si te gusta regalar tu dinero yo me ducho y como, pero tendrás que pagarme porque mientras estoy allí, no estoy aquí pidiendo, ¿sabes?
- Muy bien, de acuerdo, te pagaré, vamos- y pensó que la pobre chica estaba tan escarmentada que quizás no era capaz ya de distinguir a los buenos de los malos.
Cuando salió de la ducha se encontró un plato de humeante sopa y levantando una tapa de plata con forma de campana- de esas que sirven para cubrir los platos y que tantas veces había visto en las películas-descubrió tanta comida deliciosa y apetecible como no había visto jamás. Había oído al hombre gritar algo a través de la puerta del baño pero no le había entendido, solo oyó algo parecido a: "Volveré en un rato...". Así que, tranquila en la seguridad de la habitación pero intranquila pensando en lo que aquel desconocido pretendería de ella al volver, comió tanto y tan deprisa como pudo.
Esa misma tarde el hombre daba un paseo por el parque cuando oyó una voz extrañamente conocida que decía: "Los hombres sois todos iguales, no se puede una fiar de vosotros y nosotras, como somos tontas, confíamos en vosotros y os dejamos engañarnos una y otra vez, déjame en paz anda- le decía Itziar a un extraño- si me pagas por adelantado voy contigo y sino ya sabes...."
Instintivamente, nuestro hombre se palpó el bolsillo trasero de su pantalón y pensó que todavía no había llamado a su banco para anular las tarjetas de crédito y sonriendo se maldijo por ser tan confiado como para haber dejado su cartera y el ordenador portátil, que ahora no tenía ya, a merced de aquella chica. Ya llamaría, al fin y al cabo no creía que la chica fuese tan mala, tan solo había tenido mala suerte en la vida. Además, el colectivo de los cabrones no existía, o si existía seguía sin encontrarlo, pensó. Por un segundo se le ocurrió que quizá la diferencia entre el colectivo de los cabrones y el resto de colectivos radicase precisamente en que no era aquel un colectivo al que la gente encontrase sino que puede que fuesen ellos los que encontraban a la gente, a la gente como él, pero inmediatamente pensó que le daba demasiadas vueltas a las cosas y sonriendo, se alejó de allí. Que sonrisa tan bonita tenía Itziar, pensó.....

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