jueves, 7 de octubre de 2010

El ser extraño y el extraño ser .

Un buen día Diana despertó, como cada día y como nunca lo había hecho antes; y pensó que había llegado el momento, en realidad no lo pensó, tan sólo lo presintió. Había decidido comunicar a los demás, eso lo entendió después, que lo que ellos pensaban era lo mismo que ella pensaba , y no sólo eso, sino que además,  lo que ellos habían estado pensando todo ese tiempo era lo mismo que ella había estado pensando desde hacía más tiempo aún y para ella era importante que lo supiesen ya que eso suponía que ella no era la pobre Diana, tan sólo era Diana, la que miraba para otra parte;  y si durante todos los años que llevaba viviendo entre ellos ella había permitido a los demás considerarla desgraciada o infeliz- no poco feliz, que también, sino ingenua- todo ello había sido por no traicionar a su padre al que  había prometido un buen día lealtad y la lealtad es soportar y es callar y es también mirar para otro lado. Ser leal durante tanto tiempo había supuesto renunciar demasiadas veces por lo que,  ahora y no más tarde, Diana pintaba una raya sobre su diario imaginario estableciendo con ella dos vidas, un antes y un después, un tiempo en el que callar se había llegado a convertir en algo instintivo sobre lo que no hacía falta reflexionar ni decidir, simplemente se hacía. Al pintar la raya daba fin a un periodo en el que las decisiones  obedecían a una costumbre, a un camino aprendido por recorrido tantas veces que le hacía proceder como los caballos que llevan a sus dueños borrachos a lomos sin necesidad de ser guiados al destino; daba fin a ese camino en el que debía reconocer que no había sufrido, ni se había sentido desgraciada. Simplemente se  había despertado en ella ahora una locuacidad incontrolable y esa incapacidad para controlarla le hacía sentirse en paz consigo misma ya que siempre había estado en desacuerdo con aquellos malditos principios que tantas veces le habían impedido concederse tregua alguna en su relación con el mundo exterior. De hecho, aunque había decidido irse de allí y utilizar su locuacidad para ser otra, por la mañana, nada más despertarse y detectar "el cambio", como decidió llamarlo a partir de entonces,  saltó de la cama y corrió a la calle a contar a todo el mundo que Diana no había sido Diana si no otra y que la que ellos conocían creerían  no haberla conocido nunca . Decidió no obstante que si había callado tantos años sería más inteligente salir de allí y empezar de nuevo en otra parte en donde pudiese hablar y contarlo todo ya que si algún día se le curaba la locuacidad podría volver a sus orígenes.
Celestino sólo tenía una virtud, aunque, pensándolo bien, una virtud necesariamente proviene de una buena intención y sin embargo, en el caso de Celestino, su virtud consistía en que a pesar de ser un cabrón, al menos tenía la honradez de parecerlo aunque no de manera intencionada; simplemente lo era y por tanto lo parecía  .Aunque Diana debía reconocer que hubo un tiempo en el que Celestino ni siquiera tenía el "luminoso", como ella se refería a su pinta de cabrón, ya que cuando conoció a Dianita, antes de que ella fuera infeliz y la realidad lo desmontase todo estrepitósamente, Celestino parecía buena persona y lo parecía porque era su intención parecerlo ya que, como se sabe, la maldad necesita a la inteligencia y Celestino, sobrado de ambas cosas, hacía mucho ya que se había percatado de que cuando uno es considerado bueno puede actuar libremente escudado tras la ausencia de sospecha de los demás.
La frase más usada por aquel tiempo por "el cabrón", como había empezado a llamarlo Diana desde esta mañana era : "Siempre lo dice mi madre, tú lo que te pasa es que eres demasiado bueno y la gente te toma por tonto, tienes que coger un poco de picardía Tinín", decía él poniendo aquella cara que era una auténtica jugada ensayada y que expresaba algo parecido a : "Si lo peor es que yo me doy cuenta, la gente me engaña y se aprovecha, pero nacemos buenos y nacemos buenos, qué se le va a hacer..", repetía a todo aquel que lo quisiera escuchar. Y el caso era que Celestino uniendo a aquella payasada un agudo sentido del humor que le ayudaba a meterse a la gente en el bolsillo conseguía poco a poco convertirse en una especie de protegido de todos y sobre todo de todas .Y era considerado tan bueno que todo el mundo confiaba en él de tal forma que incluso el marido de Diana que, por la naturaleza de su trabajo viajaba constantemente, confiaba en "el bueno" de Celestino para atenderla en sus ausencias y se quedaba además muy tranquilo, conocedor de la debilidad de caracter de Diana, sabiendo que Celestino estaría siempre ahí si cualquier cosa hiciese falta. Diana se sentía feliz con la ayuda de aquel ser "tan bueno" , acerca del cual se decía ella para sus adentros : "dan ganas de envolverlo en una manta y adoptarlo de lo desvalido que parece, el pobre, es tan bueno...". Ella  no lograba acostumbrarse a las ausencias de su marido al que quería con locura y había encontrado en Celestino una especie de fraile bondadoso al que contarle penas y penas sin que por un solo momento él pusiese cara de hartazgo o desaprobación ante el cansino discurso que Diana repetía cada día..... ........CONTINUARÁ....

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